martes, 17 de septiembre de 2013

Niños y ancianos, ¿cambiamos al crecer?


Si el joven supiera y el viejo pudiera, esta frase me resulta muy curiosa, no sé si la habréis vivido en alguna ocasión en vuestras carnes, imagino que sí. El otro día viendo la peli del increíble Hulk, la buena, la de Edward Norton, el tipo que le persigue lo dice a su manera “con lo que sé ahora y el cuerpo de hace diez años...”. Imagino que así sí que lo habréis vivido alguna vez, “si hubiera sabido entonces lo que sé ahora...”. Bueno, ya sabéis que yo soy un rallao, de los que se leen las instrucciones de las cosas antes de encenderlas, a veces, otras veces me arriesgo y las enciendo sin leerme las instrucciones, que estoy muy loco yo. Sigo buscando las instrucciones de la vida, sospecho que sí que las hay, es más, hay varias, y en varios idiomas y varios sitios, sólo hay que saber buscar, y como dice otra gran frase “Quien no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra”.

¿Qué cosas hacemos diferente al madurar? ¿Qué cosas nos diríamos a nosotros mismos del pasado si tuviéramos la oportunidad? En esa línea escribí mi carta a mi yo de 22 años, a mí creo que ya no me llegará a tiempo, pero quizá a alguien le sea útil. Basicamente lo mismo que este blog, anda que no pienso cosas a lo largo del día, el caso es que comparto algunas aquí porque creo que a alguien le podrán ser útiles, y sino al menos, rallad@s y rar@s del mundo, no estáis sol@s, habemus más!!!!

He estado pensando en la relación que hay entre ancianos e infantes, cómo se parecen ambas etapas de la vida, hay una frase que me gusta que dice así “La vejez no nos vuelve infantiles, la vejez nos alcanza aún siendo niños”. También me resulta curiosa, la moda, tendencia o propuesta de la idea del niño interior, me encanta esta imagen, a mi niño interior lo llevo por fuera. Una de las cosas que me han llamado la atención estos días, cosas que cambian al madurar y pueden ser similares en la infancia y la vejez, es lo de pedir las cosas y reconocer nuestra ignorancia. Me explico, cuando somos críos pedimos lo que queremos sin consideraciones, luego ya nos van educando en que hay momentos y maneras de pedir las cosas, incluso que hay cosas que no se pueden o deben pedir.



Bien, a medida que pasa el tiempo, vamos pasando por diferentes etapas en nuestra vida en las que por el bien de nuestra sociabilidad nos adaptamos a las normas de la sociedad e interpretamos nuestros roles educadamente. Con el paso del tiempo o determinadas experiencias en la vida, ciertas convenciones sociales nos las vamos pasando por la bolsa escrotal (desde aquí mi reconocimiento y admiración a las referencias sexuales encubiertas de Judith) y entonces actuamos de manera más desinhibida. En ocasiones esto sucede también bajo los efectos del alcohol u otras drogas (de ahí su popularidad y necesidad llegado el caso para determinadas personas). En otras ocasiones somos así al natural sin necesidad de añadidos, somos así de frescos y espontáneos, como niños. Otra frase que me gusta al respecto, es una que dice algo así como “Hay un tiempo en la vida en el que no haces determinadas cosas por el qué dirán, luego llega un momento en el que las haces, por ver qué pasa”. Algo así, estaba en inglés y es rebuscada, la idea a transmitir es en plan: “No debería hacerlo, pero... qué demonios, veamos que pasa!”.

Hay un momento en nuestra adolescencia que nos da tremenda vergüenza pedir salir a quienes nos gustan, o quizá sólo me ha pasado a mí, o quizá son cosas del pasado y los jóvenes de ahora van lanzados. Hasta donde yo conozco, se sigue dando el caso hoy en día. Se sigue dando el caso hasta una edad, llega una edad en la que no sé si hay algún detonante genético o algo, pero la gente se suelta con una alegría que me encanta. Últimamente me veo bastante rodeado por esta actitud, lo he denominado el efecto de la madurez: “Cuando quieres algo y vas a por ello”. Sí, conozco personas rondando ya las tres decenas de edad, que se dejan de tonterías en algunos aspectos de su vida, muy en plan “¿Te ha quedado ya claro que nos gustamos o nos lanzamos unas mil indirectas más?”. Determinadas personas van muy a fuego llegada una edad, no sé si es positivo o negativo, el caso es que quizá valoran de diferente manera la vergüenza frente al resultado. Y sí, aquí es donde he compartido con algunas personas la reflexión, “si entonces hubiera sabido lo que sé ahora... hubiera ardido Troya”.




Creo que si entonces hubiera sabido lo que sé ahora... no sé lo que hubiera pasado, igual hubiera seguido haciendo las cosas a mi manera, que yo soy bastante cabezota. Me parece que hay una pequeña trampa en esa frase, y es que en cada momento sabemos sobre lo que vivimos. Ahora sabemos sobre lo que vivimos ahora, y quizá no es extrapolable a lo que vivíamos antes. Esto me lleva a la segunda característica que me gusta de ancianos e infantes, su reconocimiento de la ignorancia, en algunos casos, como siempre no en todos. Un niño no tiene porqué saberlo todo, con lo cual no le importa reconocer su ignorancia, a un anciano quizá le importen ya muchas cosas bastante poco, con lo cual tampoco le supone un problema reconocer su ignorancia en determinadas cuestiones.


Creo que somos los que estamos en medio los que a veces seguimos interpretando papeles acordes a los valores sociales establecidos, para los cuales creo que no me han preguntado mi opinión y por tanto voy a jugar con los míos que me molan más. Quizá a veces pretendemos aparentar que lo sabemos todo, incluso llegando a pretender tener muy claro qué queremos. Uhm, excelente cuestión, ¿quién sabe con certeza lo que quiere? Pues afortunados aquellos que lo sepan, pues saber lo que quieres ya es medio camino hasta ello. Los demás quizá sigamos pensando un poco más sobre ello, porque en esta vida tan rica en detalles, a veces resulta un poco complicado saber qué queremos realmente, diferenciar necesidades de apetencias, caprichos de deseos, y sueños de fantasías.

Creo que sí puede ser algo positivo vivir un poco más con la sabiduría de la primera y la tercera edad, reconocer nuestra ignorancia sin sentirnos menos por ello, y cuando sepamos lo que queremos, ir a por ello o pedirlo de la mejor manera que se nos ocurra. Esto, o hacer lo que creáis que os haga más felices, que cada uno tendrá sus técnicas, sea como fuera, tampoco pasa nada por estar perdido, en serio, cada vez más personas reconocemos estar perdidos y es normal. No somos tan raros, sólo que nos lo vamos reconociendo, y no pasa nada, hay etapas así en la vida y la vida sigue, tenemos toda una vida por delante para encontrarnos o crearnos, que igual no tenemos que encontrarnos sino crearnos... Disfrutemos el camino de la vida! :)

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