domingo, 31 de agosto de 2014

Ayudar a un amigo, el buey y el asno

Esta es una buena historia que parece que forma parte de las mil y una noches, un relato sencillo con un mensaje potente.

Cuenta la historia de un granjero dueño de una gran porción de tierra. El granjero podía entender lo que hablaban los animales entre ellos. Cada noche se acercaba a ellos, simplemente para escuchar de que hablaban. Una de esas noches escuchó al buey quejarse de lo duro de su trabajo con el asno: “Arrastro el arado todo el día. No importa si hacer calor, este cansado o que la cuerda me irrite el cuerpo, igualmente debo trabajar. Tu en cambio, solo estás cubierta con mantas de colores y solo debes llevar a nuestro amo a donde quiera ir. Cuando no sale, descansas un día entero.


El asno, que simpatizaba con el buey, le respondió: “Amigo, trabajas mucho y me gustaría ayudarte a descansar un poco. Lo que puedes hacer para tener un día de descanso es mugir muchas veces mientras el esclavo va a buscarte para labrar las tierras. Cuando salgas al campo y te echen el yugo, túmbate y no te menees aunque te den de palos. Y si te levantan, vuélvete a echar otra vez. Y si entonces te vuelven al establo y te ponen habas, no las comas, fíngete enfermo. Haz por no comer ni beber en unos días, y de ese modo descansarás de la fatiga del trabajo.

El buey siguió el consejo del asno y el esclavo le comentó al granjero que estaba enfermo y que no podía labrar la tierra hoy. El granjero, en respuesta, le dijo que utilizara al asno por el día de hoy, pues de alguna forma debía labrar la tierra. Durante todo el día el asno, que solo quería ayudar a su amigo, tuvo que hacer el trabajo del buey. Al anochecer, cuando el asno regresó al establo, el buey le dio las gracias por sus bondades, que le habían proporcionado el descanso de todo el día; pero el asno no le contestó. Estaba muy arrepentido.

Al otro día el asno estuvo arando también durante toda la jornada y regresó con el pescuezo desollado,rendido de fatiga. El buey, al verle en tal estado, le dio las gracias de nuevo y lo colmó de alabanzas. El asno le dijo: “Bien tranquilo estaba yo antes. Ya ves cómo me ha perjudicado el hacer beneficio a los demás.” Y en seguida añadió: “Voy a darte un buen consejo de todos modos. He oído decir al amo que te entregarán al matarife si no te levantas, y harán una cubierta para la mesa con tu piel. Te lo digo para que te salves, pues sentiría que te ocurriese algo.
 


El buey, cuando oyó estas palabras del asno, le dio las gracias nuevamente, y le dijo: “Mañana reanudaré mi trabajo.” Y se puso a comer, se tragó todo el forraje y hasta lamió el recipiente con su lengua. En cuanto amaneció el esclavo sacó al buey, que en cuanto vio a su amo empezó a menear la cola, y a galopar en todas direcciones como si estuviese loco.

Moraleja: Si vas a ayudar a una amigo, hazlo de una forma que luego no recaigan en ti sus responsabilidades.

miércoles, 27 de agosto de 2014

De corazones y corazas

Este mes de Agosto he tenido la suerte de conocer a unas cuantas personas maravillosas e increíbles. He compartido algunos días de campamento y unas cuantas horas con unos chicos y chicas de un centro de acogida de menores de Murcia. Personas muy humanas de las que he aprendido mucho, personas a las que admiro mucho.

Pienso que son personas que tienen todos los motivos para estar decepcionadas, desilusionadas, desesperanzadas, enfadadas y renegadas con el mundo, y aún así son capaces de sonreír, de reír, de jugar, de quererse y querer a los demás. Me ha sorprendido muchísimo la vitalidad de estas personas y la dureza de sus vidas, lo incierto de su futuro y el ánimo que presentaban algunos días.

Son personas duras, muy duras, con todo lo que han vivido en su aún corta vida, no son mayores de edad, tenían entre 13 y 17 años. Personas capaces de seguir adelante con un pasado y un presente bastante complicado, personas con una coraza que les protege.


Lo bueno es que saben manejar esas corazas sin que les hayan hecho insensibles, y eso es lo que más admiro de ellos, su capacidad para ser duros sin perder la sensibilidad, su capacidad de mantener coraza y corazón. Su capacidad de seguir disfrutando de la vida, de seguir sintiendo y emocionarse, de saber apreciar y saborear los pequeños placeres diarios que conforman una vida feliz pese a las grandes y duras circunstancias personales.

Para mí cada uno de ellos y ellas son maestros y maestras de quienes poder aprender mucho, nosotros que hemos tenido una vida más fácil que ellos, o quizás no, podremos aprender de ellos. Podemos aprender el modo que tienen de quererse, a sí mismos y a sus hermanos y hermanas de centro, a su “familia” que les quiere y les cuida, su manera de cuidarse entre ellos.

Puede que les haya idealizado teniendo en cuenta mis experiencias previas con jóvenes similares, jóvenes de centros que parecía que lo único que les interesaba en la vida era huir y destrozar, devolver parte del daño que habían recibido. Estos chicos y chicas me han impactado con su comportamiento, no causaban daño, aún teniendo comprensibles motivos para tomarse una revancha con la vida. Ellos y ellas sonreían y agradecían muchas cosas que nosotros damos por supuestas a diario, cosas de las que no somos conscientes muchas veces, creo que es mucho lo que podemos aprender de ellos, no de manera teórica, son un increíble ejemplo práctico y vivo.


Me ha parecido un gran regalo de la vida poder compartir tiempo con ellos, poder sentir su cariño, compartir sus risas, sus bromas y su alegría. Acompañarles también en los momentos serios, y en los problemas y roces que cualquier convivencia conlleva. Me he impregnado de sus ganas de vivir, de vivir cada día, de sus ganas de aprender y de actuar. Son personas que han madurado muy rápido y muchas cosas quizás no las hayan aprendido del modo más agradable, y aún así mantienen un corazón abierto a la vida, miradas limpias y sonrisas sinceras. Es un tesoro encontrarse con estas personas, que tienen problemas como todos los tenemos, que cometen errores como todos los cometemos, y no se cierran a aprender, a seguir mejorando como personas y vivir una mejor vida.

Personas que observan, aprenden, ríen, sonríen, y aportan su cariño a la vida. Este ha sido para mí uno de los grandes regalos de la vida. Quizás todos podamos ser un poco más como ellos y ellas en este aspecto, pudiendo vivir en los tiempos duros con una coraza que nos proteja un corazón sensible que nos permita apreciar y disfrutar los buenos momentos que hay en toda vida.

Gracias una vez más a todas las personas que aportan su cariño y su sonrisa al mundo, personas que hacen de este mundo un lugar más agradable y amable, gracias! :)

jueves, 21 de agosto de 2014

Cielo e infierno, el monje y el samurai

Os comparto una interesante historia antigua Zen que he encontrado organizando apuntes :)

Un joven guerrero Samurái se paró respetuosamente ante el anciano maestro Zen y dijo: “Maestro, enséñame sobre el Cielo y el Infierno”.

El maestro se volteó rápidamente con disgusto y dijo:“¿Enseñarte a ti sobre el Cielo y el Infierno? ¡Pues dudo que ni siquiera puedas aprender a evitar que tú propia espada se oxide! ¡Tonto ignorante! ¿Cómo te atreves a suponer que tu puedes entender cualquier cosa que yo pudiera tener que decir?”

El anciano siguió así, lanzándole cada vez más insultos, mientras que la sorpresa del joven espadachín se convertía primero en confusión y después en ardiente coraje, aumentando por momentos más y más. Maestro o no maestro, ¿quién puede insultar a un Samurái y vivir?

Finalmente, con los dientes apretados y la sangre casi hirviendo de rabia y furia, el guerrero ciegamente, desenfundó su espada y se preparó para acabar con la lengua filosa y la vida del anciano, todo en un solo golpe de furia.

En ese mismo instante, el maestro miró directamente a sus ojos y le dijo suavemente: “Ése es el Infierno”.

Hasta en la cúspide de su rabia, el Samurái comprendió que el maestro de hecho le había dado la enseñanza que él había pedido. Lo había llevado al Infierno viviente, conducido por un coraje y ego incontrolable.

El joven, profundamente impactado, guardó su espada y se inclinó en reverencia a este gran maestro espiritual. Mirando hacia arriba y viendo la cara anciana y sonriente del maestro, sintió más amor y compasión que en cualquier momento de su vida.

En ese momento, el maestro levantó su dedo índice y dijo gentilmente:

“Y ése es el Cielo”

¿Dónde están entonces el cielo y el infierno?