Os comparto una interesante historia antigua Zen que he encontrado organizando apuntes :)
Un joven guerrero Samurái se paró respetuosamente ante el anciano maestro Zen y dijo: “Maestro, enséñame sobre el Cielo y el Infierno”.
El maestro se volteó rápidamente con disgusto y dijo:“¿Enseñarte a ti sobre el Cielo y el Infierno? ¡Pues dudo que ni
siquiera puedas aprender a evitar que tú propia espada se oxide! ¡Tonto
ignorante! ¿Cómo te atreves a suponer que tu puedes entender cualquier
cosa que yo pudiera tener que decir?”
El anciano siguió así, lanzándole cada vez más insultos, mientras que la sorpresa del joven espadachín se convertía primero en confusión y
después en ardiente coraje, aumentando por momentos más y más. Maestro o
no maestro, ¿quién puede insultar a un Samurái y vivir?
Finalmente, con los dientes apretados y la sangre casi hirviendo de
rabia y furia, el guerrero ciegamente, desenfundó su espada y se preparó
para acabar con la lengua filosa y la vida del anciano, todo en un solo
golpe de furia.
En ese mismo instante, el maestro miró directamente a sus ojos y le dijo suavemente: “Ése es el Infierno”.
Hasta en la cúspide de su rabia, el Samurái comprendió que el maestro
de hecho le había dado la enseñanza que él había pedido. Lo había
llevado al Infierno viviente, conducido por un coraje y ego
incontrolable.
El joven, profundamente impactado, guardó su espada y se inclinó en
reverencia a este gran maestro espiritual. Mirando hacia arriba y viendo
la cara anciana y sonriente del maestro, sintió más amor y compasión
que en cualquier momento de su vida.
En ese momento, el maestro levantó su dedo índice y dijo gentilmente:
“Y ése es el Cielo”
¿Dónde están entonces el cielo y el infierno?
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