Este mes de Agosto he tenido la suerte
de conocer a unas cuantas personas maravillosas e increíbles. He
compartido algunos días de campamento y unas cuantas horas con unos
chicos y chicas de un centro de acogida de menores de Murcia.
Personas muy humanas de las que he aprendido mucho, personas a las
que admiro mucho.
Pienso que son personas que tienen
todos los motivos para estar decepcionadas, desilusionadas,
desesperanzadas, enfadadas y renegadas con el mundo, y aún así son
capaces de sonreír, de reír, de jugar, de quererse y querer a los
demás. Me ha sorprendido muchísimo la vitalidad de estas personas y
la dureza de sus vidas, lo incierto de su futuro y el ánimo que
presentaban algunos días.
Son personas duras, muy duras, con todo
lo que han vivido en su aún corta vida, no son mayores de edad,
tenían entre 13 y 17 años. Personas capaces de seguir adelante con
un pasado y un presente bastante complicado, personas con una coraza
que les protege.
Lo bueno es que saben manejar esas
corazas sin que les hayan hecho insensibles, y eso es lo que más
admiro de ellos, su capacidad para ser duros sin perder la
sensibilidad, su capacidad de mantener coraza y corazón. Su
capacidad de seguir disfrutando de la vida, de seguir sintiendo y
emocionarse, de saber apreciar y saborear los pequeños placeres
diarios que conforman una vida feliz pese a las grandes y duras
circunstancias personales.
Para mí cada uno de ellos y ellas son
maestros y maestras de quienes poder aprender mucho, nosotros que
hemos tenido una vida más fácil que ellos, o quizás no, podremos
aprender de ellos. Podemos aprender el modo que tienen de quererse, a
sí mismos y a sus hermanos y hermanas de centro, a su “familia”
que les quiere y les cuida, su manera de cuidarse entre ellos.
Puede que les haya idealizado teniendo
en cuenta mis experiencias previas con jóvenes similares, jóvenes
de centros que parecía que lo único que les interesaba en la vida
era huir y destrozar, devolver parte del daño que habían recibido.
Estos chicos y chicas me han impactado con su comportamiento, no
causaban daño, aún teniendo comprensibles motivos para tomarse una
revancha con la vida. Ellos y ellas sonreían y agradecían muchas
cosas que nosotros damos por supuestas a diario, cosas de las que no
somos conscientes muchas veces, creo que es mucho lo que podemos
aprender de ellos, no de manera teórica, son un increíble ejemplo
práctico y vivo.
Me ha parecido un gran regalo de la
vida poder compartir tiempo con ellos, poder sentir su cariño,
compartir sus risas, sus bromas y su alegría. Acompañarles también
en los momentos serios, y en los problemas y roces que cualquier
convivencia conlleva. Me he impregnado de sus ganas de vivir, de
vivir cada día, de sus ganas de aprender y de actuar. Son personas
que han madurado muy rápido y muchas cosas quizás no las hayan
aprendido del modo más agradable, y aún así mantienen un corazón
abierto a la vida, miradas limpias y sonrisas sinceras. Es un tesoro
encontrarse con estas personas, que tienen problemas como todos los
tenemos, que cometen errores como todos los cometemos, y no se
cierran a aprender, a seguir mejorando como personas y vivir una
mejor vida.
Personas que observan, aprenden, ríen,
sonríen, y aportan su cariño a la vida. Este ha sido para mí uno
de los grandes regalos de la vida. Quizás todos podamos ser un poco
más como ellos y ellas en este aspecto, pudiendo vivir en los
tiempos duros con una coraza que nos proteja un corazón sensible
que nos permita apreciar y disfrutar los buenos momentos que hay en
toda vida.
Gracias una vez más a todas las
personas que aportan su cariño y su sonrisa al mundo, personas que
hacen de este mundo un lugar más agradable y amable, gracias! :)
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