Sí, para que vamos a complicarnos con
el título de la entrada, hay veces que nos caemos, que nos
equivocamos, que fallamos, que no conseguimos lo que queremos y nos
encabronamos, ¿o no? Que yo soy un felicísimo de la vida, y lo soy
en parte gracias a que me rodeo de gente aún más grande que yo, y
esto lo observo en casi todas las personas. Soy partidario de las
tendencias más que los extremos, creo que no es muy real ni
saludable lo de ser siieeeeempre un felicísimo de la vida, nacimos
para ser reales no perfectos. Hablo de una tendencia, yo tiendo a
estar el mayor tiempo posible en la cara alegre de la vida, eso no
significa que siempre esté refeliz de la vida. No se puede vivir
siempre al sol, a veces también hay que pasar a refrescarse a la
sombra, aunque sea para dormir.
Lo siento, todos tenemos nuestras
contradicciones, y sí, creo también en la frase “Todos somos luz,
pero tú, eres gilipollas, y te mataba gratis”. Quiero creer que
todos somos luz y amor incondicional, ya, eso quiero creer. También
sé que nada es perfecto ni puro al 100%, así que si somos
tropocientos humanos, por pura estadística, algunos tienen que ser
bastante deficientes. Quiero pensar que es que sobraban cuerpos y
entonces algunos van sin alma por la vida, el caso es que creo que
esta es una realidad con la que nos encontramos a diario, por mucho
que nos empeñemos en ser luz nos encontraremos con personajes de luz
dispersa, de luz escasa, incluso casi inapreciable. No nos agobiemos
intentando amar a todos, intentando ser Gandhi o la Madre Teresa de
Calcuta, personalmente reconozco que no lo soy, y es más, creo que
tampoco quiero serlo. Además sospecho que ellos también tenían sus
días o momentos malos, otra frase que me gusta últimamente es “Todo
santo tiene un pasado, todo pecador tiene un futuro”, darle unas
vueltas a ver qué os parece.
¿A que viene todo esto hoy? Pues a que
no pasa nada tampoco por romperse de vez en cuando, no pasa nada por
despotricar un poco y cagarse en la madre que parió a todos los
demonios. Para esto me encanta la originalidad andaluza, me cago en
toas tus muelas me cago, me cago en todo lo malo me cago, me cago en
mi sombra me cago... me hizo mucha gracia terminar la frase
reforzando el me cago. Creo que es saludable soltar un poquito, lo
que no es saludable es engancharse a la queja y extender ese mal
momento más de lo necesario. Cada uno que gestione el tiempo que
necesita, yo suelo enfadarme y encabronarme como una media hora,
luego se me pasa, hay cosas más interesantes a las que dedicar el
tiempo. Creo que el tiempo más largo que he estado enfadado ha sido
unos 3 días hace muchos años. Me gustan los prontos, despotricar de
manera controlada y sin daños, muy en plan la peli de Una terapia
peligrosa o la de Lilo & Stitch, te apartas un poco de la vida
cotidiana, vas a tu lugar de expresar rabia e ira, y sueltas, creo
que es muy sano.
Luego, ya vuelves relajado a tu vida
normal, si has aprendido algo mientras expresabas tu malestar, pues
eso que te llevas y lo aplicas a tu presente y futuro, que de todo se
aprende. Ser feliz no significa no quejarse nunca, no estar triste o
enfadado nunca. Todos tenemos nuestras sombras y nuestras luces, lo
que somos es lo que queremos ser y el tiempo y dedicación que le
dedicamos a cada cosa. Creo que no es posible ser impecable, la
perfección es una trampa. Yo tengo mi grupo de apoyo, esas personas
con quienes me permito puntualmente cagarme en todo lo que no me
gusta, esas personas que conocen mi luz y mis sombras. Son personas a
las que obviamente cuido, no voy siempre con quejas, vaya plan
entonces, aunque hay personas con las que parece que no puedes hacer
otra cosa que quejarte. Son personas que tienen el 100% de mi
alegría, y puntualmente nos echamos unas risas también
despotricando de la vida cuando no nos salen los planes, un auténtico
equipo.
Hoy escribo esto porque una de las
personas importantes en mi vida, una de estas personas del equipo, se
ha tropezado un poco o le ha caído un jarro de agua fría encima. Es
una referencia para mí, personifica el detalle y la consideración,
siempre tiene una cara amable que ofrecerte, y creo que nunca le
hemos pillado en renuncio... sospechamos que a veces se encabrona,
pero con nosotros siempre ha sido impecable. Le vamos a querer igual,
de hecho creo que interpretaríamos como un gesto de confianza que se
abriera un poco a nosotros y se cagara en todo, despotricara, se
enfadara y expresara su rabia, luego volveríamos a las risas de
siempre, porque eso es lo que somos en nuestra mayoría, risas.
Seguro que encontramos la manera de ver lo sucedido con optimismo,
reconoceremos que es un putada y un mal trago, y después
encontraremos la manera de crecer con ello, de seguir adelante, no
queda otro remedio, no tiene sentido anclarse en ello, lo suyo es
seguir del mejor modo posible.
Hoy pensaba también en por qué
sufrimos los tropiezos del camino, no sé si ya lo he compartido con
vosotros o ha quedado en esas reflexiones que escribo en la montaña
de papeles que dominan mis espacios. El caso es que creo que sufrimos
cuando dudamos sobre el objetivo, o dudamos de poder conseguirlo. Si
tuviéramos la certeza de conseguirlo, ¿nos importarían tanto los
tropiezos del camino? Las curvas, los giros, las paradas, los
accidentes... Si supiéramos que tarde o temprano vamos a llegar a
lo que queremos, y que va a ser tan bueno como nos lo imaginamos, o
más aún, entonces ¿nos molestarían tanto los contratiempos del
camino? Creo que lo que nos duele de los tropiezos son los daños a
la confianza de conseguirlo, o la confianza sobre el valor real de lo
que nos proponemos. Creo que nos duele dudar sobre si lo
conseguiremos, o dudar sobre si realmente merecerá lo dedicado a
ello.
Hace unos días compartía otra
grandísima frase, Vivimos más tiempo en los caminos que en las
metas, disfrutemos los caminos. Estoy obsesionao, veo frases
detonantes en todas partes, en la peli de Kick Ass 2, el personaje de
Jim Carrey dice en un momento “intentar divertiros, sino... ¿de
qué sirve?”. Las metas, los objetivos, sirven para caminar, nos
impulsan a movernos, como las utopías en el horizonte. Como en el
viaje a Ítaca, pide que el viaje sea largo, que nos haga crecer, que
nos haga mejorar, que lo disfrutemos, por si acaso no llegamos nunca,
o por si acaso al llegar descubrimos que no es para tanto, por ello,
disfrutemos el camino. Está bien tener una meta, pero no
hipotequemos nuestra vida por una meta, habrá pasos que no sean
agradables, no digo que los evitemos si forman parte de nuestro plan
de ruta, digo que si podemos, escojamos un plan de ruta disfrutoso y
algo que siempre podemos hacer, aprender de lo que vivimos, mejorar
con ello.
No me gustaría llegar a una broma que
teníamos en la carrera, “todos estos años sufriendo para acabar
la carrera y cuando recoges el título, te atropella un camión y
palmas, ¿de qué ha servido todo ese tiempo?”. Hoy leía una broma
“jugamos a las carreras? Vale, quien la acabe se va al paro”,
real como la vida misma... Podemos obtener mucho más de una carrera
que un título, que todo el tiempo vivido no sea sólo por un
objetivo, podemos aprender, crecer y disfrutar de cada día!
Sea lo que sea que te propongas, si
puedes escoge un camino que disfrutes de recorrer, si te tropiezas,
puedes despotricar, no pasa nada, eso sí, recuerda que quejarse es
como correr en círculos en vez de continuar hacia la meta, dedica a
ello sólo el tiempo necesario. A disfrutar la vida! :)
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