martes, 30 de julio de 2013

Filosofía de aventura - Slackline

Siguiendo en la línea de actividades de aventura que se practican tanto en medio urbano como rural, ahora mismo también está en auge la slack-line. Slack-line, o cuerda floja en castellano. Es esta actividad de hacer equilibrios en una cinta plana, tubular o mismamente una cuerda, se empieza manteniendo el equilibrio y caminando sobre la línea para luego ir complicándonos más el asunto con acrobacias y trucos.
 
 
Parece algo innato en el ser humano, ¿verdad? El más difícil todavía, el “mira mamá sin manos!”. Una vez que dominamos algo, esa sensación de reto desaparece y es entonces cuando subimos el listón de dificultad, para sentir la misma emoción al superar un desafío que esté a nuestra nueva altura. Nos gusta hacerlo difícil, luego a veces nos quejamos de que la vida no es fácil, pero si la vida fuera fácil... ¿qué sería de la aventura?

Yo conocí la slackline en el rocódromo de ciudad universitaria. Mientras descansabas los brazos petados de escalar, la cuerda floja se descubría como un complemento perfecto para la escalada, no cansa brazos y una mejora en el equilibrio siempre es útil. Creo que el primer día no hice gran cosa, pero me picó lo suficiente para hacerme una slackline por mi cuenta y practicar siempre que quisiera. Una slackline no abulta mucho, pesa poco y se puede montar fácilmente en muchos sitios, se ha convertido en un elemento habitual en la mochila de primavera-verano. He observado a muchas personas dando sus primeros pasos y he aprendido de casi todas las personas con las que he compartido un rato junto a la cinta.

Es curioso subirse a una cinta y ver cómo te devuelve tu desequilibrio. La cinta no tirita, la cinta no tiembla ni vibra por si sola, te devuelve lo que tú le transmites. Todo tu juego sobre la cinta depende de ti, si estás sereno y en equilibrio podrás pasear por la cinta. Si estás nervioso y tiemblas harás que la cinta tiemble y caerás más pronto o más temprano. Para mí tiene demasiado parecido con la vida...


Hay quienes al principio se suben a una cinta y corren sobre ella hasta que caen o llegan al otro extremo. Curiosamente no han mantenido el equilibrio en ningún momento. Para mí reflejan un comportamiento que podemos observar en la vida a la hora de afrontar problemas “huir hacia adelante”. No están en equilibrio y corren esperando pasar ese momento lo más rápido posible, que acabe ese momento que escapa de su control cuanto antes, es un trago amargo que apurar en seguida. Cuando lo han hecho unas cuantas veces se dan cuenta que o bien no controlan nada y para ellos terminar la cinta es cuestión de suerte, o llegan al final de la cinta siempre y una vez allí pierden el interés por la actividad pues ni han disfrutado el proceso ni le ven mucha más proyección.

Para mí la slackline es equilibrio y cuestión de tiempo, no de distancia. Si consigues mantenerte en equilibrio prolongado y dar un paso equilibrado podrás dar otro más, y otro, y así cuantos quieras. Una vez que has dominado el caminar, puedes dominar el correr, saltar, sentarte, tumbarte, girar... Cuando has aprendido y dominado más movimientos puedes elegir qué más hacer, si sabes hacer más cosas puedes elegir, si no dominas nada más quizá tu única opción sea siempre correr. Lo mismo pasa en la vida “quien sólo tiene un martillo trata todas las cosas como si fueran clavos”.

Aunque el equilibrio sea un sentido relacionado con el aparato del oído, tomamos referencias visuales, nos equilibramos externamente con respecto al horizonte. Uno consigue corregir mejor las derivas cuando fija una referencia lejana que cuando la referencia está demasiado cerca. En la slackline y en la vida podemos encontrar también ventajas del enfoque a larga distancia. Si tenemos una referencia claramente definida podremos orientarnos respecto a ella. Si carecemos de referencia, está poco definida, o cambia a cada paso que damos será algo más complicado situarnos y corregir nuestra trayectoria. Un punto lejano de referencia ayuda a mantener mejor el equilibrio en la slackline, una meta clara en la vida también.


Si caemos hacia un lado, el modo en el que corrijamos hará que nos caigamos hacia ese lado si no hemos corregido suficiente o por el contrario que caigamos hacia el otro si nos hemos pasado volcando el peso al lado contrario. También en cómo corregimos esos desequilibrios podemos encontrar similitudes con la vida, hay quienes corrigen de manera brusca y rápida provocando entonces un desequilibrio hacia el otro lado. Hay quienes lo hacen de forma más serena con movimientos suaves que les acercan al punto de equilibrio sin alejarse mucho de ello hacia ningún lado. Hay quienes viven entre grandes desequilibrios y pasan su vida entre un extremo y el otro, con breves instantes en el punto medio. Hay quienes se encuentran bastante próximos al punto medio, corrigiendo sus desequilibrios de manera serena y sin alejarse mucho del punto medio.

Termino citando a Aristóteles que ya dijo “La virtud se encuentra en el término medio”. En la slackline situarnos en el punto medio nos permite mantenernos equilibrados y desplegar nuestro abanico de trucos sobre la cinta. En la vida situarnos en nuestro punto medio, quizá nos permita encontrarnos más a gusto con nosotros mismos y disfrutar mejor de la vida.

¿Cómo caminas por la vida? ¿Dónde está tu término medio? ¿Tienes una referencia clara en tu vida? ¿Cómo corriges cuando te desvías? ¿Disfrutas el camino?

Originalmente publicado en Diario Mistral

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