Hay una frase que seguro que habréis
escuchado alguna vez, o incluso la habréis dicho o vivido:
“Enamorada como una adolescente, he vuelto a tener 16 años”.
¿Verdad? Supongo que si hemos tenido un poco de suerte a esa edad
andábamos enamorados, es la época más revolucionaria para las hormonas y
cuando normalmente empezamos a explorar el mundo del amor y sus
intensas emociones. Para según quienes habrá sido una época bonita
y de recuerdo agradable o una época dura a la que muchas personas no
quisieran volver por nada del mundo. Yo soy de los primeros, en
general tengo un recuerdo agradable de casi todas las épocas de mi
vida y especialmente de mis 16 años, una época en la que empiezas a
sentirte un joven adulto todopoderoso y en la que tuve la convicción
de que iba a comerme el mundo.
Por aquella época tenía un grupo de
amigos que eran tres o cuatro años mayores que yo, lo cual sumó
libertad y muchas más posibilidades a mis opciones de vida, teníamos
coche y libertad para viajar a cualquier lugar sin hora o día de
vuelta. Los días de aquellos veranos eran siempre ricos en opciones
y llenos de experiencias. Y un día sucedió algo que es lo que viene
al cuento, no recuerdo muy bien la situación con todos los detalles,
recuerdo lo importante. Un par de personas estaban discutiendo y en
un momento una de ellas preguntó a la otra: “Pero tú ¿cuántos
años tienes?” A lo cual la esta respondió: “22, ¿y
tú?” Quien preguntó respondió: “¿22 años? ¿22 años? ¡19
años tengo yo! Y esos ya no los vuelves a tener tú, ¡en tu vida!”
Esta respuesta provocó carcajadas generales y se acabó la
discusión.
En su momento quedó como algo gracioso
y sin más, pero hace tiempo leí algo referente a vivir acorde a
nuestra edad y lo volví a recordar. Según vamos cumpliendo años
nuestras prioridades e intereses van cambiando y nosotros cambiamos y
evolucionamos conforme a ellos y a eso parece que lo llamamos madurar. Con 8 años seguramente la
política nos importaba bien poco y lo más importante era tener
amigos con los que jugar, con 16 años quizás lo que más te importe
sea aprobar los exámenes, tener algo de dinero y que la persona que
te guste te haga caso. Con 20 años estás buscando trabajo,
trabajando o sigues estudiando, (salvo que seas un NINI, de eso
entonces yo no puedo hablarte) y uno de tus grandes logros es tener
el carnet de conducir y quizás hasta coche propio. Con 22-23 años
habrás tenido alguna crisis existencial o personal y quizás no
sepas ni lo que quieres, ni lo que importa, ni lo que se supone que
deberías querer o valorar, sigue adelante es normal, no es el fin del mundo. Con 25 años si
has acabado la carrera (y el máster o doctorado o lo que toque) tu
principal objetivo será trabajar de aquello que has estudiado (o de
lo que se pueda).
Y a partir de los 25 años suele empezar la
aventura (en caída libre). Hasta ahora parece que tenías metas
marcadas, checkpoints que ir cumpliendo y alcanzando. Y es ahora
cuando se supone que empiezas a dirigir tu vida y no quedan muchas
más señales o hitos establecidos que alcanzar en la vida. Se supone
que un trabajo (¿estable?), coche propio, una casa propia (¿o
alquilada?), pareja estable ¿y familia? Quizás sea el momento para
una nueva crisis existencial, o quizás no tengas tiempo para ello
porque resulte que sí que tengas un trabajo y este te consuma tanto
tiempo y energía que no tengas suficiente tiempo libre para pensar qué quieres
hacer con tu vida y sólo sepas lo que tienes que hacer en el
trabajo.
No puedo leer más allá de los 30, no
sé personalmente cuáles son los retos, intereses o preocupaciones
de las siguientes edades, sospecho que siguen siendo el trabajo, la
pareja, la familia, la salud y el dinero. Lo que sí sé es que hay
algo de lo que quizás no seamos conscientes a diario. Los años
pasan y no vuelven, queramos o no volver a ellos, no volverán, los
años pasados no los volveremos a vivir, forman ya parte de nuestro
pasado y parece imposible volver a ellos. Parece que estamos
condenados a vivir hacia adelante, a seguir avanzando año tras año
por la vida sin retorno, y eso los afortunados que siguen sumando
años en la vida. Recuerda esto cuando quizás te amargue envejecer,
que hay quienes no tienen esa suerte o privilegio y ya dejaron de
jugar entre nosotros. Lo que si parece posible es volver a
experimentar algunas de las sensaciones que hemos vivido en esos años
pasados. Podemos volver a ilusionarnos y disfrutar como niños,
podemos volver a enamorarnos como adolescentes, podemos volver a
cometer temeridades como antaño... ¿Y sólo eso?
Creo que no sólo eso, y aquí es donde
viene la gran diferencia para mí. No tenemos la edad que tenemos
ahora, no sólo tenemos esa edad; tenemos en nosotros todas las
edades que ya hemos tenido. Seguimos teniendo en nosotros la ilusión
de un niño de 8 años, las aspiraciones de un adolescente, la
experiencia de un graduado, la veteranía y saber hacer de quienes
llevan unos cuantos años de trabajo a sus espaldas. No estamos
condenados a vivir sólo la edad que tenemos ahora, eso no es más que una
opción, tenemos todas las habilidades y opciones que hemos tenido a
lo largo de la vida, aunque a veces lo olvidemos y juguemos sólo con
las cartas propias de nuestra edad actual. Podemos disfrutar como
niños aún teniendo 40 años, podemos amar sin miedos como si
tuviéramos 17 años, obviando desilusiones, temores y traumas
pasados, en serio, intentadlo ;).
Podemos mirar al mundo con la ilusión
de un joven, con la mente llena de ideas y de posibles, en vez de con
la vista cansada de quien ha visto demasiados imposibles. Recuerda
que así como vemos nuestros futuro vivimos nuestro presente. Utiliza
bien todas las herramientas que tienes, elige cómo quieres ver la
vida, cómo quieres vivirla. Si necesitas la inocencia de la
infancia, la ilusión de la adolescencia y la fuerza, el arranque y
el empuje de la juventud hazlas tuyas tengas la edad que tengas y
sírvete bien de todo lo que es tuyo. Todas las edades que has tenido
y todas sus ventajas están en ti esperando que las recuerdes, las
desempolves y vuelvas a darles vida. La Vida es una gran aventura,
vívela a tu gusto!
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