miércoles, 14 de agosto de 2013

Sumando a la vida

Hacerse adulto, o lo que sea, tiene sus cosas. Cosas como ir a las reuniones de vecinos, o de departamento, o de empresa... y ver que quizás es difícil llevarnos todos bien. Sí, ya en el cole podemos recordar que había alguien que nos caía mal, que todos jugábamos juntos, pero siempre había alguien con el que te apetecía menos jugar. Pues ahora es parecido, me sigue costando, me parece casi increíble que 60 adultos no seamos capaces de llevarnos bien, de convivir civilizadamente. No me extraña que a gran escala nos cueste tanto, menudo fregao lo de la política.

Me gustó la definición de Lord o Señor de unas tierras según Eddard Stark, “es como ser padre de muchos más hijos, ser justo con ellos y quererlos a todos por igual”, menudo papelón, eh? Pues si ya nos cuesta a una comunidad de vecinos ponernos de acuerdo, me imagino lo que cuesta que se ponga de acuerdo un pueblo, una ciudad, una provincia... en fin.


A lo que vamos, en este tipo de reuniones yo siempre me pregunto ¿A qué hemos venido aquí? ¿A llegar a un acuerdo, o a contar cada uno sus miserias y intentar llevarse su parte del pastel? Porque llamarme iluso, pero igual en mi cabeza yo pensaba que hemos venido a buscar lo mejor para la comunidad, el departamento o la empresa. Y entonces hablas con tus compañeros y te dicen, “sí, es fácil llevarse bien, si siempre cedes tú, pero cuando no te da la gana, cuando siempre cedemos los mismos, cuando algunos miran sólo su ombligo y que los demás se arreglen como puedan...” Uhm, pues sí, es un tema. Me cuesta ver cómo personas adultas, padres de familia, tienen comportamientos tan irracionales o infantiles. Y es entonces cuando el optimista incurable que hay en mí, intenta encontrar una explicación a esos comportamientos incomprensibles para un cerebro de funcionamiento normal.

Lo primero que se me ocurre es la enfermedad mental, esas personas tienen un problema mental y por eso no rigen normal, no pueden ser normales. Luego puedes verles como personas estresadas, amargadas, deprimidas, que su único consuelo es llevarse la perra gorda en la cuestión que se está tratando. Que quizá eso sea lo único sobre lo que sienten que tienen control en su vida, que todo lo demás es un infierno, pero en eso, en la placa que vamos a poner, en eso quieren ser ellos quienes decidan. En fin, se me ocurren muchas situaciones que pueden justificar esos comportamientos. Y todos los motivos que pueda imaginarme me sientan mucho mejor que pensar que simplemente son malas personas.

Yo creo que nuestro estado natural es la salud y la felicidad, y en ese estado, nuestra naturaleza es ser amables. El resto de comportamientos pueden justificarse por estados no naturales tales como tristeza, depresión, ansiedad, miedo... En alguna ocasión me he visto en esas situaciones, y seguramente mis acciones o actitudes no fueron las más acertadas. ¿Merecemos por eso ser etiquetados y condenados para siempre? ¿O podemos aprender y mejorar? Yo creo que sí, que podemos aprender, y que un acto puntual no nos define para siempre. Creo que si pudiéramos conocer a esa persona con todas sus situaciones entenderíamos sus acciones.


Me pasa lo mismo en la carretera cuando alguien hace cosas extrañas, para no cabrearme pienso que es un abuelillo que a duras penas consigue conducir pero aún así tiene el valor de seguir haciéndolo. Puede ser una persona que le acaban de dar un grandísimo disgusto y está intentando mantenerse aún en sus cabales, o por el contrario una gran alegría y la euforia le hace perder la concentración. Mil motivos podrían justificar sus actuaciones. Siempre pienso que puede ser mi suegra, o mi suegro, o algún familiar lejano, personas a las que tengo cariño y no les reconozco el coche, personas que están más perdidas que todas las cosas y por eso hacen cosas raras al volante.

Para mí el truco de la convivencia está en no tomarse nada como una afrenta personal directa e intencionada, y ver a los demás con un poco de cariño y amabilidad, entender que todos tenemos malos días y malos momentos. Ser considerado es quizá la palabra, e intentar sumar, llegar al acuerdo que mejor nos convenga a todos, y a veces el que mejor nos conviene es el que da una satisfacción a una parte, y libera de peleas interminables a la otra. En fin, no lo sé, pero sé que podemos elegir, podemos elegir sumar a la vida de los demás, o mirar sólo por nosotros y robarnos la parte que creemos que nos corresponde. Quizá la vida no vaya tanto de obtener cada uno lo nuestro, como de encontrar qué es lo que podemos aportar, qué es lo que podemos entregar de nosotros, en qué modo nos podemos expresar que sume a la vida.

Por mucho que me hayan intentado explicar en la carrera que la vida es una feroz competición por los recursos naturales, me cuesta ver a los árboles peleándose por el suelo y la luz, más bien les veo expresándose en toda su grandeza con lo que tienen. Y las semillas que reparten, esperando su momento de ser grandes, esperando su oportunidad, y si es un pequeño rayo de sol el que les alcanza, expresándose en lo que pueden con lo que tienen, creciendo si pueden con lo que les llega. Si estamos dispuestos a aprender, a mejorar y a crecer con toda situación que nos encontremos, seremos imparables. Si estamos empeñados en mirar todo lo que nos falta, o lo que creemos que necesitamos, viviremos desde la escasez y la miseria, siempre preocupados por perder lo que tenemos. Todo lo que podemos dar, todo lo que podemos ofrecer de nosotros, eso no lo perderemos nunca, y curiosamente aumentará y se multiplicará en el exterior.


¿Qué aportas a la vida? ¿Qué entregas? ¿A qué sumas? ¿Cómo ves la vida? ¿Qué oportunidades te brinda?

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