Estos días quería escribir sobre el
concepto de fluir con la vida. Viendo la vida como un todo holístico
donde todo influye en todo y podemos verlo todo de modo armónico.
Fluir con la vida es interesante, y quizá fácil para quien siempre
tiene mil planes de reserva. Mil planes que hacer con buen tiempo en
Semana Santa, mil ideas para disfrutar al sol... o unos cuantos
planes para hacer bajo techo si la vida decide que no toca sol esta
semana :) ¿Para qué frustarme porque no hace bueno? Echemos mano de
los planes alternativos para el mal tiempo.
Casi siempre podemos hacer lo que
queramos, sólo que unas veces estará favorecido, y otras algo más
dificultado. Siempre puedes escalar, si hace frío y no llueve pues
escalarás mejor en granito a bloque. Si hace calor, la caliza será
una buena opción. Si llueve... pues te queda el indoor o mejorar tu
técnica de agarres en mojado, puedes hacer lo que quieras, pero si
lo quieres hacer lo mejor posible, igual tienes que elegir el mejor
momento. Para ello, la sabiduría y la paciencia ayudan. Sabiduría
para saber qué es lo mejor, paciencia para conseguirlo. Bueno, y
unas cuantas cosas más hacen falta, pero eso da para largo. :)
Fluir con la vida, es algo que busco
desde hace tiempo, y para ello ante todo lo que me pasa busco sacar
el mejor partido o aprendizaje, no forzar acontecimientos, sino
fluir. ¿Aprendizajes de aguas bravas? En parte. Conocer las corrientes
y esperar el mejor momento para dar la palada acertada.
Hoy la muerte vuelve a tocar mi círculo
de personas cercanas y queridas. Podemos llorar, por quien se va, por
quienes nos quedamos. Es lo natural, lo que nos sale, lo fácil, lo
favorecido socialmente, lo aceptado. También podemos aprender de lo
que ocurre, siempre.
La muerte es parte de la vida, y así
se me ha enseñado en casa. Mi abuelo paterno murió en nuestra casa,
con nosotros, hasta el final. Nos dejaron llorar, pero no querían
mucha pena, mejor cariño y los buenos recuerdos y enseñanzas de
quien se va. Si quieres creer en las almas y los espíritus, que
nuestra pena no lastre el viaje del alma que abandona ese cuerpo. Que
nuestro cariño y agradecimiento por todo lo bueno compartido sea su
equipaje. Eso es lo que aprendí entonces, tendría menos de 10 años.
Creo que la siguiente muerte impactante
que recuerdo es ya la de mi hermano mediano. Sé que no tengo muy
claros los recuerdos de ese tiempo. Él tendría 13 años si llega,
yo quizá 18. No entraré en detalles del proceso, sólo en el
aprendizaje. Recuerdo ver llorar a mi familia y sentir que nada era
correcto y nada tenía sentido. En ese momento reniegas de todo,
¿religión, medicina, justicia? Nada tiene sentido, nada es justo,
nada es acertado. Buscas algo que justifique lo que sucede. Elegí
ver lo sucedido del siguiente modo: Él es un grande, grande que ya
terminó su misión aquí, los demás aún no hemos terminado, aún
estamos en ello, aún tenemos mucho por hacer, por aportar. Él se
va, nosotros nos quedamos, y nos quedamos con su relevo. Quien se va
deja un hueco en la vida, un hueco que nos corresponde a nosotros
llenar. Reír todo que él ya no reirá, disfrutar todo lo que él ya
no disfrutará. Sonreír, querer, ayudar, aportar, crear. Todo lo
bueno que él daba al mundo, un mundo que se queda sin uno de sus
grandes. En ese momento yo tomé su relevo, yo empecé a disfrutar de
todo por los dos, a sentir el doble. A recordarle en los grandes
momentos, a sonreirle en mis disfrutes. Esto pensé que sólo me
pasaba a mí, y resulta que Albert Espinosa en su libro El mundo
amarillo cuenta algo similar. Lloré y sonreí al leerlo.
La siguiente muerte cercana que
recuerdo es la de mi abuela materna. Ahí el mensaje fue muy claro.
La imaginé mirándome extrañada, ¿qué haces aquí dentro
llorando? La vida está en ti y ahí fuera, sal y VIVE. Vive mientras
tengas fuerzas, sé bueno, sé grande, ahora que la vida está aún
contigo. Disfruta y vive todo lo que aquellos que nos vamos ya no
haremos, toma mi relevo, aporta al mundo lo que yo ya no puedo dar
más. El cariño y su gusto por enseñar llevo. Los días de verano
en las piscinas, disfrutando de no hacer nada, sólo disfrutar del
sol. Las partidas de cartas. Los aperitivos de salida de misa.
Disfrutando la vida en los detalles.
Luego vinieron las muertes de los
compañeros de montaña. Del primero me quedo con la tarea de enseñar
la montaña que él veía a los jóvenes, a disfrutarla y quererla
como él hacía. Y controlar nuestras fuerzas y resistencia, no
forzar a poder con todo, eso le mató. Se durmió al volante y
afortunadamente se mató solo. Del segundo me queda más montaña,
pasión por la escalada y su transmisión de aprendizajes. Será que
siempre me rodeo de maestros o que todos somos maestros de algo.
Nuevamente me queda disfrutar lo que él ya no puede disfrutar, sus
montañas, sus clases, sus enseñanzas. Y más autocontrol y gestión
de nuestras propias fuerzas y capacidades. Guárdate fuerzas para los
imprevistos, ten siempre un plan de emergencia. Murió en su montaña,
haciendo lo que disfrutaba. El tercero y último por ahora, me deja
más pasión por la escalada, más risas, más alegría, más regalar
a todos, más ser un payaso y reír en cualquier momento y con
cualquier persona, reír con los clientes. No sé por qué se mató,
no sé qué salió mal, me recuerdo una vez más que nada es seguro,
puedes morir en cualquier momento. Así que vive ahora, no esperes a
mañana, no pierdas tu tiempo ahora. Él también murió escalando,
haciendo lo que disfrutaba.
Cada muerte es una despedida, llora si
quieres. Y mira lo que te enseña, aprende. VIVE tú que estás vivo,
aporta lo que quieras aportar, ahora, porque hoy es siempre todavía,
porque toda la vida es ahora. Aprende de quienes que se fueron, y quédate
con lo que te gustó, sigue llevando en ti lo que aportaban. Cuando uno se va, una luz se apaga, no dejemos que el
mundo se oscurezca, sigue iluminando el mundo por ellos, brilla con
tu luz y con la suya.
Cada palo que recibimos puede ser la
excusa para no levantarnos o el motivo para hacernos más fuertes.
Leí un cuento que relataba la historia de un caballo que cayó en un
pozo. Los hombres del pueblo estuvieron haciendo planes para
rescatarle y no encontraban la manera o no compensaba el coste por el
valor del caballo. Finalmente decidieron sepultarle. A cada palada de
tierra que le echaban encima el caballo se sacudía la tierra y la
pisoteaba. Palada a palada, su suelo subía hasta que finalmente
salió del pozo por sí mismo. Seamos ese caballo, no dejemos que la
tierra que nos cae encima nos sepulte, hagamos con ella un suelo que
nos eleve :)
Disfrutad la vida, ahora. Aprended de
los que se fueron, tomad su relevo, brillad por ellos. Gracias! :)
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